La vida en las promesas | Deuteronomio 5:29

En el libro de Deuteronomio 5:29, encontramos una reflexión sobre la importancia de confiar en las promesas de Dios en nuestras vidas.Cuando aceptamos a Jesús en nuestro corazón, lo hacemos con fe, confiando en que él nos brindará una vida mejor. Sin embargo, en nuestro camino de fe, debemos aprender a vivir conforme a esas promesas.En nuestra vida diaria, enfrentamos desafíos que nos hacen cuestionar cómo vivir correctamente. Pero para aquellos que desean perseverar en medio de las dificultades, es vital aferrarse a las promesas de Dios. Estas promesas nos dan esperanza, fuerza y nos sostienen en cualquier situación que enfrentemos.

Las promesas de Dios, expresadas en su Palabra, nos permiten creer en un futuro mejor. Así como el pueblo de Israel enfrentaba temor y dudas, nosotros también podemos enfrentar dificultades hoy en día. Pero Dios nos llama a confiar en él y en sus mandamientos, en lugar de dejar que el miedo gobierne nuestros corazones. Es importante entrenar nuestros corazones para creer en las promesas de Dios, en lugar de centrarnos únicamente en las circunstancias difíciles que nos rodean. Así como el pueblo de Israel aprendió a confiar en Dios en medio de sus desafíos, nosotros también podemos encontrar fortaleza y esperanza en las promesas que él nos ha dado. El temor que sentimos hoy día, ellos lo experimentaron también en aquel entonces. Cuando Moisés les instaba a avanzar hacia la tierra prometida, se sentían abrumados por el miedo. Sin embargo, el Señor les recordó la importancia de temerle y obedecer sus mandamientos. En estos tiempos de crisis global, el Señor busca hombres y mujeres de fe, que guarden sus mandamientos y confíen en él para que les vaya bien.Es comprensible cuestionarse cómo podemos creer que todo saldrá bien. ¿Cómo podemos confiar en que nos irá bien, igual que a ellos y a sus descendientes para siempre? En un mundo tan complicado, lleno de maldad, pecado y guerra, es difícil mantener esa fe. Pero el Señor nos está llamando, a los jóvenes y a los niños, a cultivar un corazón que tema a Dios y confíe en él para que las promesas se cumplan y podamos prosperar.

Al igual que el pueblo de Israel tenía miedo, nosotros también lo experimentamos. Pero el Señor está buscando a aquellos que creen en sus promesas y desean obedecer sus mandamientos. Nuestra preocupación principal no debería ser qué pasará, sino cómo podemos vivir cada día para agradar a Dios y cumplir sus planes. Debemos esforzarnos cada día por inculcar en nuestras generaciones el temor y la confianza en el Señor, para que podamos vivir con corazones confiados en su amor y providencia. Siempre le digo al pueblo: "Hagan lo posible, que de lo imposible se encarga Dios". ¿Qué es lo posible? Venir a la casa del Señor, escudriñar las Escrituras, levantar nuestras manos y decir: "Padre, estoy atribulado y preocupado, pero hoy me entrego a ti y te pido que me sostengas". Porque de lo imposible se encarga nuestro Señor.

El Señor habló al pueblo de Israel, deseando que tuvieran un corazón dispuesto a guardar sus mandamientos todos los días, para que ellos y sus descendientes estuvieran bien. La vida de fe no es fácil, pero la vida misma no lo es bajo ninguna circunstancia. Sin embargo, ¿qué pasa con aquellos que no tienen a Dios, que carecen de un rumbo? Nosotros tenemos fe y esperanza en que nuestro Salvador regresará. Estamos en una batalla diaria por pelear la buena batalla de la fe. La vida en el Señor es más sencilla de lo que imaginamos; somos nosotros, los seres humanos, quienes la complicamos. Dios nos ha dado ciertas decisiones para tomar, pero también ha tomado decisiones por nosotros, como el lugar donde nacemos. Sin embargo, como seres humanos, tendemos a complicar las cosas. A veces, olvidamos que las decisiones importantes ya están establecidas por el Señor.

Por ejemplo, no podemos escoger dónde nacemos, aunque tengamos la libertad de decidir nuestra profesión o con quién casarnos. Pero últimamente, la sociedad ha complicado aún más las cosas al agregar nuevas categorías más allá de hombre y mujer. ¿No es suficiente? Nos encontramos en situaciones donde incluso las decisiones más simples pueden ser difíciles de tomar correctamente. Entonces, ¿qué podemos hacer? Aprendamos a vivir según lo que la Biblia y la Palabra establecen. Haciendo esto, simplificaremos nuestras vidas. Las promesas de Dios nos ayudan a encontrar la dirección correcta para caminar y a descomplicar nuestras vidas.

Las promesas de Dios nos ofrecen paz, confianza y la certeza de que él tiene el control de todas las cosas. Nos aseguran que sus planes son de bienestar, no de mal, y que nos brindarán un futuro y una esperanza. Estas promesas son vivas y reales hoy, para aquellos que pueden creer, recibir y levantar sus manos diciendo: "Señor, yo te creo. Padre, confío en ti. Tú tienes planes de bien para mí". La vida de fe es simple; se vuelve complicada cuando tratamos de imponer nuestra voluntad sobre la de Dios. Nos complicamos cuando pensamos que sabemos más que el Señor y queremos resolver las cosas a nuestra manera. La vida diaria puede ser agitada, con responsabilidades en el trabajo, en la escuela y en otras áreas, pero no debería ser un problema levantarse temprano para venir a la casa del Señor. Es algo sencillo, hermanos, como lo hacen la luna y las estrellas cada día. Si lo hacemos el lunes, martes, miércoles, jueves y viernes, ¿por qué no hacerlo también el domingo? No es complicado; de hecho, la vida de fe trae bendición, fuerza y un espíritu renovado en medio de nuestras circunstancias.

El pueblo de Israel encontraba complicado no tener que hacer ladrillos y depender únicamente de lo que Dios les proveía cada día. Pero debemos recordar que al obedecer a Dios, él nos suplirá en todas nuestras necesidades. A veces, nos cuesta creer que al obedecer a Dios, nuestras situaciones pueden cambiar. Pero Dios está buscando corazones dispuestos a creer, temer y obedecer todos los días, independientemente de las dificultades que enfrentemos. Él siempre cumple sus mandamientos en nosotros para que sus promesas puedan alcanzarnos siempre.

Cada día de nuestra vida, debemos recordar cómo son las promesas de Dios. La Palabra del Señor en Proverbios 13:22 nos enseña: "El bueno dejará herederos a los hijos de sus hijos, pero las riquezas del pecador están guardadas para el justo". El libro de Proverbios es una fuente de sabiduría que nos guía en nuestras vidas.

La fe que tenemos en nuestros corazones debe ser heredada a las generaciones venideras. Como padres, siempre estamos preocupados por el bienestar de nuestros hijos, ya sea que tengan 10, 15 o 20 años. Por eso, debemos transmitirles la vida de fe. Cuando presentamos a nuestros hijos en el altar para ser dedicados, oramos para que reconozcan a Dios como su único y suficiente Salvador, dondequiera que estén. Estos niños crecerán y ya no estarán siempre tomados de la mano de mamá o papá para acercarse al altar. Pero si logran desarrollar una fe sólida, podrán clamar a Dios desde cualquier lugar del mundo y él los sacará adelante.

Entonces, ¿qué pasa con aquellos que no tienen esta herencia de fe? La respuesta está en el proverbio: sus riquezas, acumuladas en la tierra, no serán heredadas por sus descendientes. Es la fe en Dios lo que verdaderamente nos sostiene y nos lleva hacia adelante, y es eso lo que debemos legar a las generaciones venideras. La riqueza del pecador se guarda para el justo. Cuando no fundamentamos nuestras bendiciones en la justicia divina de Dios, estas se vuelven inestables para nosotros. Si deseas tener la certeza de que las promesas se cumplirán en tu vida y en las generaciones venideras, es fundamental enseñarles las promesas y la Palabra del Señor, transmitiendo así la vida de fe.

No se trata simplemente de una cuestión de religión, sino de establecer una relación personal con Dios. En este día, necesitamos instruir, enseñar y heredar una relación personal con Dios a nuestras generaciones. A medida que pasan los años, nos damos cuenta de que somos una generación de paso. La única garantía de que Jesús siga reinando en los corazones de nuestras generaciones es que podamos transmitir el legado de fe a nuestros hijos, para que aprendan a enfrentar sus situaciones conforme a lo que Dios ha establecido para ellos.

En Proverbios 27, se nos dice que el justo que camina en su integridad verá a sus hijos felices después de él. Andar bajo las promesas del Señor abre puertas y trae bendiciones. Por lo tanto, camina con integridad y confía en las promesas de Dios, porque tus hijos serán bendecidos después de ti. Vivir en integridad puede ser difícil en un mundo lleno de tentaciones y maldad. Sin embargo, la integridad fue el diseño original de Dios para nosotros. Desde el principio, Dios nos creó a su imagen y semejanza, entregándonos todo lo necesario para vivir en integridad. Aunque la humanidad cayó en el pecado, Dios envió a su Salvador para mostrarnos que, tomados de su mano, podemos vivir en integridad.

Aprendamos a desechar lo que no es de Dios en nuestras vidas y a decir "no" a lo que nos aleja de su diseño original para nosotros. Fuimos diseñados por Dios para vivir en integridad, y al caminar en esta integridad, veremos a nuestros hijos felices después de nosotros. Todo lo que hagamos bien delante de Dios será una bendición para nosotros y para las generaciones venideras. Incluso si no vemos los frutos de nuestras acciones, estas se cumplirán en las generaciones futuras, porque esa es la naturaleza de la vida basada en las promesas de Dios. El Salmo 37:21 nos recuerda que el impío toma prestado y no paga, pero el justo muestra misericordia y da. Cuando vivimos en justicia, experimentamos la misericordia de Dios en nuestras vidas. Y al reconocer la misericordia de Dios en nosotros, podemos aprender a otorgar misericordia a los demás. Esta es la promesa para nosotros en el Señor: el justo muestra misericordia y da. En el Señor siempre hay ganancia y no hay pérdida. Aprendamos a vivir en una vida de promesas y a reconocer que su misericordia nos ha alcanzado, brindándonos vida eterna. Proverbios 18:10 nos recuerda que "torre fuerte es el nombre de Jehová, a él correrá el justo y será levantado". Cuando nos acercamos al Señor en cualquier circunstancia, buscando su justicia, él nos levantará, se glorificará, nos redimirá y nos bendecirá.

El camino de Jehová es fortaleza para los justos, pero destrucción para los que hacen maldad (Proverbios 10:29). Aunque no seamos perfectos, Dios está perfeccionando su obra en nosotros, lo cual nos fortalece en medio de cualquier circunstancia. El Salmo 37:25 nos asegura que "joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado ni su descendencia que mendigue pan". Esta promesa nos anima a creer que, así como no hemos visto a los justos desamparados, tampoco lo seremos nosotros ni nuestra descendencia.

En estos tiempos difíciles, debemos mantener nuestra fe y declarar estas promesas todos los días. No sabemos qué nos depara el futuro, pero confiamos en que el Señor proveerá y no nos dejará desamparados. Mantengamos nuestra confianza en él y sigamos predicando las buenas nuevas, sabiendo que nuestras palabras están respaldadas por las promesas de Dios. Vivir una vida basada en las promesas puede parecer simplista ante las complicaciones que enfrentamos hoy en día. Sin embargo, es la única forma de mantenernos firmes en medio de las adversidades. Si nos aferramos a la Palabra y confiamos en las promesas de Dios, podemos encontrar sostén y disfrutar de la vida, la familia y los tiempos que vivimos.

Cuando nos apartamos de la Palabra y las promesas de Dios, nos sentimos perdidos y abrumados por la incertidumbre que nos rodea en el mundo actual: en las escuelas, en las empresas, en los gobiernos, en la crisis global. Pero aunque desconozcamos el futuro, podemos encontrar paz, confianza y gratitud en Dios, sabiendo que él tiene planes de bien para nosotros. Debemos aprender a postrarnos delante del Señor en nuestros momentos de abrumamiento, cargar nuestras preocupaciones sobre él y depender más de su poder y su guía. Él sigue siendo Dios y sigue trabajando en nuestras vidas.

Recordemos las palabras de Josué 1:8: "Nunca se aparte de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que está escrito. Porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien". Sigamos aferrándonos a la Palabra de Dios y a sus promesas, confiando en que nos conducirán hacia el bienestar y la prosperidad en medio de las dificultades. Es fundamental que mantengamos la Palabra de Dios cerca en todo momento, meditando en ella día y noche. Debemos buscar refugio, respuestas, consuelo y fortaleza en las Escrituras, ya que nos guiarán hacia el bienestar y la prosperidad. Como se menciona en Josué 1:8, el secreto para que todo nos salga bien es meditar constantemente en la Palabra de Dios.

Es crucial recordar las advertencias de la Biblia y aprender de los errores del pasado, como el caso de Eva, quien desobedeció las instrucciones de Dios y sufrió las consecuencias. En la actualidad, debemos aprovechar la oportunidad que tenemos para vivir de acuerdo con la Palabra de Dios, ajustando nuestras vidas a sus enseñanzas. Esto nos asegurará un mejor mañana, no según los estándares humanos, sino de acuerdo con la voluntad de Dios. En Eclesiastés 12:13 se nos recuerda que el propósito fundamental de la vida es temer a Dios y obedecer sus mandamientos. Sin embargo, en un mundo donde la tecnología nos brinda fácil acceso a las Escrituras, es lamentable que muchas personas prefieran alejarse de la Palabra en lugar de acercarse a ella. Debemos resistir esta tendencia y mantenernos cerca de Dios y de sus mandamientos, reconociendo que en él encontramos todo lo que necesitamos: respuestas, refugio, fortaleza y provisión para nuestras vidas.

En esta nueva semana, recordemos que en Dios está todo. En él encontramos nuestra seguridad, nuestra esperanza y nuestra guía. Sigamos buscando su voluntad y manteniendo su Palabra como la base de nuestras vidas. Qué hermoso es tener esa convicción y esa determinación de vivir conforme a las promesas de Dios. Temer a Dios no significa tenerle miedo, sino honrarlo y respetarlo, escuchando atentamente su voz y confiando en sus planes, incluso cuando no entendemos completamente. Saber que Dios trabaja constantemente en nuestras vidas y en las de nuestras generaciones nos llena de esperanza y nos motiva a aferrarnos a sus promesas.

Es esencial que las palabras de Dios permanezcan en nosotros, arraigadas profundamente en nuestro corazón y nuestra mente, para que podamos vivir una vida plena y abundante.